El Papa Francisco viene a México a exorcizarlo

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Papa
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Han trascendido los miedos en medios y cuartos de guerra sucia, de que si el Papa ha dicho que “…es un hecho que el Diablo está en México…”, por lógica canónica, su santidad viene al País a exorcizarlo; consecuentemente, lo que el sumo pontífice vaticanista diga sobre los actos delincuenciales del Diablo y sus secuaces nacionales, puede costar la vida al jesuita e ingenuo Jorge Bergoglio, cabeza visible de la incómoda Teología de la Liberación, encaramado desde la audaz y sagaz Compañía de Jesús; téngase presente que en Guadalajara ya fue asesinado un Cardenal, en contubernio con el nuncio apostólico. No vivirá mucho quien no verá lo qué pasará con el Papa Francisco I.

Que ante las filtraciones del Tribunal de la Rota Romana, sobre la farsa matrimonial de Enrique Peña y Ángelica Rivera, ha decidido el Papa no dar la mano a ella, ni voltear a verla si se llega a colar en algún acto durante su gira a México.

Que al quedar postrado muy humildemente, sin su mujer, sólo con su mente en blanco e inclinado de hinojos ante su santidad Francisco, sumo pontífice de la iglesia católica, apostólica, románica y jefe del Estado Vaticano; ese humilde hombre, hincado ante la escalerilla del Avión de Alitalia, en el paroxismo del turismo religioso, el visitante extenderá su mano para que el presidente bese el anillo papal.

Que  para los jacobinos decimononicos, se trata de una humillación al Presidente de una República laica y autonómica, que sufrió una cruenta, tonta e inútil guerra cristera, con un millón de muertos. Uff