AMLO no sabe perder y no supo ganar

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ÍNDICE POLÍTICO

Por FRANCISCO RODRÍGUEZ

Para el maniqueo no hay términos medios: estás adentro o afuera, conmigo o contra mí, sin medias tintas ni reflexión posible.

Andrés Manuel López Obrador es maniqueo. Si no estás con él, si no acepta los resultados electorales que a él le gustan y convienen… entonces amenaza, otra vez, con “soltar al tigre”.

En la política cuatrotera no hay matices.

‎Y entonces, como si fueran batallones del dios AMLO, los sicarios de la pluma y del micrófono, lo mismo que bots y youtuberos sólo al servicio de sus intere$es, arremeten en manada de chacales contra quien, como Xóchitl Gálvez, sostiene que México ya no aguanta a los morenistas, que ya ha sido demasiado, que somos una Nación sumida en una crisis tan grande que requiere soluciones drásticas, populares y masivas. Los enanos del tapanco montan en cólera.

Los sicarios del dios de Palacio Nacional también son maniqueos. No aceptan de ninguna manera que estos son tiempos para el cambio, para recibir en el rostro el aire fresco de la libertad y de las reivindicaciones, para aspirar a que todos se eduquen y coman, siquiera. Para ellos, todo debe de continuar igual, con las mismas mentiras, con los mismos ropajes.

Los estudios de la radio y platós televisivos gubernamentales –dejaron de ser de Estado— son elitistas y excluyentes, porque no soportan a un solo incómodo que venga a echar a perder la fiesta de los chacales. Cuando pasa, exhiben toda su baja estofa, truenan en bola contra quien pretende subir a todos al carro de la fortuna. Porque ésta es de ellos, sólo de ellos, unos pocos.

“El tigre” está fuera de control

Pero ni AMLO ni sus cuatroteros se han percatado de que “el tigre” ya no le responde. También fracasó en eso el tabasqueño. Su estrategia de “abrazos y no balazos” quedó rebasada al sentirse los criminales verdaderamente impunes, sabedores que todo lo pueden sin pagar consecuencia alguna.

Asesinos, secuestradores, extorsionadores, sicarios a quienes no hay que declarar la guerra ni, mucho menos, detener y procesar judicialmente, sino a quienes hay que “acusarlos con sus papás y con sus abuelos” … porque “también tienen derechos humanos”.

Fue así como, desde que llegó a ocupar –con todo y tropas– Palacio Nacional, AMLO soltó al “tigre”. El mismo animal violento que él anunció en caso de que volviera a perder las elecciones de 2018.

No sabe perder. Tampoco supo ganar.

Veladas o no, sus amenazas persiguen que la ciudadanía no acuda a las urnas. De mantener en sus casas a las personas, ante el temor de que, al acudir a la casilla electoral, puedan arrojar la cabeza de un ser humano, o que las urnas estén vigiladas por sicarios, o…

No es invención. Ya lo padecieron los ciudadanos del Occidente territorial en 2021, como le platiqué aquí varias veces.

Que por eso fue por lo que “ganaron” las gubernaturas y las mayorías parlamentarias los candidatos de Morena en Baja California, Sinaloa, Nayarit, Colima, Michoacán y, en el Oriente, Tamaulipas.

Añada ahora una escalada de incendios de automóviles y asaltos a comercios como lo han vivido apenas tabasqueños, chiapanecos y, claro, guerrerenses en entidades carentes de gobierno, en manos ya del crimen organizado.

AMLO soltó al tigre porque se sabe en desventaja electoral. Se ha dicho ya muchas veces: su candidata Claudia Sheinbaum no prende. Su voz cansina. La repetición constante de lo que el todavía Presidente dice en sus matinés. Las mentiras que ya empezó a decir la hacen inviable para las mayorías. Llegó a su tope en las encuestas pagadas con recursos del erario y ya empezó a caer.

En tanto su contrincante, la candidata opositora Xóchitl Gálvez es bien recibida en multitudinarios mítines sin acarreados, valga subrayar, y su voz es la de muchos más mexicanos que la de aquellos que son amenazados con quitarles los subsidios económicos si no votan por Morena. La estrella de la hidalguense brilla cada día más.

Y a todo ello súmele los errores que un día sí y otro también acomete el mentiroso de Palacio. Sus ataques a quienes no piensan como él, que al principio eran desatendidos, ahora son motivo de preocupación.

Sus imposiciones en los órganos legislativos, que luego son bateados en la Corte, son también errores crasos que lo presentan no sólo como autoritario, lo peor es que también como ignorante, cual bien dijo el mandatario argentino Javier Milei.

La poca valía de su palabra, al no cumplir compromisos; lo mismo que sus atentados mortales en contra de la población al privarlos de medicamentos y de un regular servicio médico; el atroz endeudamiento que pagarán las futuras generaciones no sólo con dólares, también con la carencia de servicios; la militarización del país, y la corrupción que, de la mano de la impunidad, caracterizarán a este sexenio como aquellos que ya sufrió el país con Miguel Alemán, Carlos Salinas y Enrique Peña.

Un fascista en Palacio

Durante los ya casi 50 años que llevo escribiendo sobre la política, sus quehaceres y divertimentos, nunca me había encontrado con un personaje que concentrara tanto poder, completado con tanta irresponsabilidad, molicie y falta de compromiso como AMLO.

Y es que, cuando el exceso de poder concentra demasiadas atribuciones sin contraparte, sin compensación en las obligadas consecuencias del mando; cuando éste se ejerce en las sombras comodinas, en una estructura de confort que no está obligada ni al referendo ni al consentimiento, ¡se puede esperar todo!

Sobre todo, el ejercicio demudado del poder, sin un sustento de ‎conocimiento, sin una preparación adecuada, sin “medir los rebotes”, desideologizado, sólo dirigido a satisfacer los caprichos desbocados del truhan en turno, da lugar a todas las amenazas del fin de la historia, a que aparezca una vieja y cercana máxima:

“Aquí no hay ni estatutos, ni reglas; el Estado siempre tiene la razón… el pueblo debe ser pobre”. Tal fue el lema del fascismo ordinario, aquél que se dio en medio de una gran deuda externa, detonante de una pavorosa inflación que proletarizó a la pequeña y mediana clase media, hizo perder poder de compra a los trabajadores, desmotivó a la población y generó un feroz desempleo.

Cuando todo el poder lo concentra un solitario hombrecito que no tiene el mínimo contacto ni con la opinión pública, ni con los representantes populares, ni con algún juicio externo que implique reconsideración de decisiones, obviamente estamos frente a un descarnado poder fascista.

¡Y los fascistas sueltan “tigres”

Porque no saben perder. Tampoco saben ganar.

Indicios

Atolondrado, vaga por las carreteras y los aeropuertos del país con la absoluta seguridad de que al llegar a cualquier centro de población más o menos respetable, de Tijuana a Chetumal, se encontrará con una manifestación de descontento, tantas que ya alcanzan niveles de preocupación por su seguridad en todos los ámbitos. Por eso fue por lo que dejó de viajar en aviones comerciales. Pero él sigue vagando por los caminos del país, pateando el bote, gastando suelas, creyendo que su presencia les gana adeptos a sus impresentables candidatos a todos los puestos de representación popular. Convencido de que enardece multitudes con sus verbos desatinados. Lo único que hace es amasar un descontento que cada día adquiere tintes de linchamiento. Como el de Taxco en el desgobernado Guerrero, este Jueves Santo, por el secuestro y brutal asesinato de Camila, una inocente niña de apenas ocho años.

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