Un majadero en Palacio

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ÍNDICE POLÍTICO 

* Todo México, enojado * Slim y el poder del dinero 

Por FRANCISCO RODRÍGUEZ 

Se trasladó después al “adversarios”, un término con significancia política y, por lo tanto, más serio.

Y ahora, de plano, esa majadería está instalada en acusaciones cargadas de innecesaria rudeza, groseras, rencorosas y hasta de odio en contra de todos aquellos que no están alineados o son sumisos. Nacionales, sí, pero también extranjeros, como la digna canciller panameña.

Cierto. Andrés Manuel López Obrador está punto más que enojado. Está encabronado. Muy encabronado. No medita sus palabras. Habla con el hígado.

Porque, para empezar, todo le sale mal, muy mal.

Ninguno de sus proyectos avanza. Algunos no estarán a tiempo. Otros ni siquiera han arrancado. Unos más, cambian de trazo según soplen los vientos. Y en todos se han derrochado, tirado a la basura, miles de millones de nuestros pesos.

Su movimiento político no logra consolidarse en partido y, como sucedía en el PRD que él encabezó, sólo es un desordenado amasijo de tribus en permanente disputa por puestos burocráticos, cargos de elección y, por supuesto, prebendas y recursos del erario.

Frustrado, observa como las dádivas a los pobres o, como antes se decía, “a quienes menos tienen”, cada vez más se convierten en menos votos que favorezcan a sus candidatos. Su alta popularidad, de acuerdo con las encuestas, tampoco contribuye. Y por tal ha sido que en varios casos se ha tenido que recurrir al auxilio que les brinda la delincuencia organizada.

Su “honestidad valiente” y la “austeridad republicana”, que ya venían desmoronándose con los casos de sus hermanos y demás parientes, de plano colapsó con las revelaciones hace unos días sobre la vida de “mirey” que se da su hijo José Ramón en Houston y en los mejores y más caros centros turísticos de todo el mundo.

Por eso su creciente majadería. Una majadería producto de su encabronamiento que ya abarca incluso a quienes le son próximos y no sólo a los “fifís”, a los “adversarios” o a quienes, según Dios le da a entender, formamos parte de la “prensa vendida” que perdió privilegios que le brindaban “los de antes”.

Y de tanto repetir esos epítetos, desgastados, ya perdieron significado.

Reitero que AMLO está encabronado.

Y en política, como en casi todo, el que se encabrona, pierde.

Ya lo verá usted.

Pero, además, por si fuera poco, tiene ya mucho tiempo que todo México sufre un disgusto creciente con una clase política ineficaz y deshonesta. Da lo mismo que sus miembros sean del PRI, del PAN, del PRD, de MC y, por supuesto, de Morena. Todos nos han fallado. Todos nos han robado. Y parodiando a don José López Portillo, “nos volverán a robar”.

En 2018, ante los enormes latrocinios, pillajes y asaltos al erario por la tolucopchucracia encabezada por los autoexiliados –y ya absueltos por la 4T– Luis Videgaray y Enrique Peña, así como por el ahora senador Miguel Ángel Osorio, enojada, la ciudadanía votó más “en contra de” que “a favor de”.

En ese contexto de enojo y descontento fue que AMLO obtuvo la victoria en las urnas.

Un voto activo de las clases medias informadas que castigó al establishment, a la elite política e, incluso, a las instituciones.

Pero AMLO decepcionó casi casi al iniciar su periodo presidencial.

Hoy, igual, existe un escenario de insatisfacción generalizada por la ausencia de resultados de las políticas públicas y por la falta de congruencia con los postulados “no robar”, “no mentir”, “no traicionar” y demás bla, bla, bla.

También se crítica el funcionamiento del sistema político y a las instituciones como intermediarias entre los ciudadanos y un Estado incapaz de garantizar derechos y procedimientos.

Estamos inmersos en una etapa convulsa en muchos sentidos con un liderazgo que no funciona. Un líder que no se enteran de que lo que hace no le va a funcionar. Atestiguamos el principio del final del liderazgo de López Obrador porque en el camino extravió la misión, el propósito y la propuesta de valor, banderas que ondeó durante tres campañas electorales por la Presidencia de la República.

Estamos enojados porque nos traicionó.

Y, todavía peor, porque se traicionó a sí mismo.

¿No cree usted?

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