Le dan cuerda, pero AMLO ya debe moderarse

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ÍNDICE POLÍTICO

Por FRANCISCO RODRÍGUEZ

Las virtudes prudencia, moderación y cordura que aconsejaban las abuelas a las niñas de antes se han perdido.

Era una regla de oro para las casaderas.

También aplicaba para quienes se dedicaban al servicio público.

Pero hasta eso se rompió en la política mexicana.

Cuidar las formas era casi un secreto de Estado, de esos que ahora nadie se guarda y algunos hasta utilizan para pedir prestado o para reclamar un puesto de turiferario.

Hoy los secretos de Estado son un trapo viejo que los mandarines utilizan para barrer o trapear, según sea el caso. Todo se vale para engordar el bolsillo, para salvar la reputación personal o el nivel de ascendencia en el abarrote; para reclamar la participación en el “moche”, usted sabe.

Hasta los presidentes del príato en retirada parían al candidato elegido por su dedo y se refugiaban en el ostracismo.

López Mateos, sufriendo en la enfermedad terminal las ofensas del de Chalchicomula; Díaz Ordaz, apechugando las bravatas del ungido, que reclamaba las glorias de la masacre de Tlatelolco, pidiendo minutos de silencio a los estudiantes caídos durante su campaña michoacana.

El mismo Echeverría sufriendo el destierro en las islas Fiyi, por querer reclamar su paternidad en el destape de López Portillo ‎y participar adelantadamente en el reparto del pastel. López Portillo, destapando y refugiándose en las melancolías del océano después de alumbrar al colimense.

De la Madrid, sufriendo todas las vejaciones de que fue objeto por los malagradecidos tecnócratas salinistas ungidos por su dedo. Aguantando los reclamos de viejos militares ofendidos por el descarriado pelón de la colonia Narvarte, en sus atrevimientos de gladiador contra la vieja guardia que lo había parido.

Hasta el felón Salinas de Gortari escondiendo la mano en el destape de Zedillo, tapándose con la cobija de supuestos augures citados en Los Pinos para decantarse con los sectores del partido en la unción del cómplice en Lomas Taurinas. Todo un show macabro y deleznable, pero dentro de las formas.

Hasta Zedillo reclamando la sana distancia de su partido para acabar obedeciendo la orden de la transición llegada del gabacho, de la dinastía Clinton de Yale, para empoderar a salvajes más cómodos y sencillitos al Imperio.

AMLO, ya lo verá usted, no se quedará quieto en su rancho.

El vocero es un peligro

Ahora, como en todo fin de ciclo, todo es lo contrario a lo establecido por los sabios del sistema desde tiempos inmemoriales.

Ahora todo petimetre reclama las autorías, se arroga las paternidades, busca las candilejas de la oportunidad para significarse hasta en el oprobio, venga de donde sea.‎

En los momentos de la muerte todo mundo se endilga en la caravana de las miserias, y creen que el público no se da cuenta.

El vocero presidencial Jesús Ramírez se ufana públicamente de ser quien inyecta la basura de las peroratas en las matinés de Palacio Nacional.

Declara sentirse orgulloso de que el pelele recite de corrido una desastrosa comunicación que, queriendo ser una respuesta a lo que le dicen que son agresiones del Departamento de Estado, resulta un acto amañado y servil, como todos los de esa estirpe entreguista y claudicante.

‎Hasta los comentaristas televisivos se avientan a señalar que las declaraciones contra Antony Blinken y el Departamento de Estado, “son coreografiadas”.

A confesión de parte, relevo de pruebas. Los mexicanos ya ni necesitamos leer noticias para saber hasta dónde pueden llegar en su obsesión enfermiza por mantenerse en el poder.

Es un juego que más que parecerse al de Juan Pirulero o al del arte de birlibirloque, que alcanza los dinteles de los saltimbanquis, de los mercenarios de la legua.

Como en el tango Cambalache, su mundo es una porquería. Hasta los contratados bots del cuarto de guerra digital se unen al coro de demandantes de las intrigas. Reclaman para sí las ideas pueriles en favor de la “corcholata” Sheinbaum. Son sepultureros a modo de la ocasión. Creen que palean bien sobre la fosa.

Indicios

Engendros como Fidel Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Andrés Manuel López Obrador y aún el propio Donald Trump no surgen por generación espontánea. Son los últimos eslabones de las cadenas de torpezas, corrupciones, violación a los derechos humanos y represión con los que sus antecesores han fastidiado a los potenciales electores. Todos son producto de la venganza… que luego se vuelve en contra de quienes los votamos. Centrémonos hoy en Trump, quien aspira a gobernar –es un decir– por segunda ocasión a los estadounidenses, con grandes posibilidades de llegar a la Casa Blanca el próximo 20 de enero, para, otra vez, hacerle la vida de cuadritos a los administradores de la res publica mexicanos. Su actuar es la de un filibustero. Por eso el ala dura de los republicanos han encontrado en él a un exponente natural de sus afanes de piratería antillana, de sus sueños frustrados de ser “los policías del mundo”, de la melancolía del “gran garrote” y de todas esas lindezas de su acostumbrada carroña. ‎Lo realmente preocupante no son sus declaraciones ridículas y vergonzosas en grado sumo para los migrantes y para el pueblo mexicano. Lo espeluznante es que ningún miembro de la llamada Cuarta Transformación tenga el mínimo decoro, los esenciales arrestos para contestar las fanfarronadas del anaranjado, y sí, en cambio, se lancen en contra del gobierno de Joseph Biden por su reporte anual sobre la (pésima) situación de los derechos humanos en nuestro país. Para poner un alto a sus insultos y convocar al sentimiento patriótico a cerrar filas aquí y en el extranjero contra sus afanes intervencionistas, para poner un valladar contra sus dislates esquizofrénicos, para responder con energía a sus insultos a la nación. Alguien que le haga ver lo que han significado los mexicanos, su fuerza laboral, en Estados Unidos para que no haya zozobrado la economía de ese país. Pero como ninguno de los integrantes de la alta jerarquía de Morena tiene idea de lo que pasa aquí, menos se puede esperar que conozcan un gramo de lo que ha sido la leyenda republicana en el gabacho y sus principales adefesios, que hoy quieren convertir en adalides de la democracia representativa. Mario Delgado, por ejemplo, juzga más conveniente callar, habida cuenta de las acusaciones que pesan en su contra por el delito de huachicol fiscal, o sea, el negociazo de contrabandear combustibles desde los Estados Unidos. * * * Y por hoy es todo. Quedo reconocido con usted por haber llegado hasta estas últimas líneas del Índice Político y, como siempre, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!

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