El cantante, profeta que habla por los desamparados

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ROGER
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Señor presidente: dónde están. Qué pasó con los 28 mil desaparecidos. Toda vida es sagrada, no sólo la de sus amigos… Señor presidente, escuche a su pueblo”.

Éste es el clamor de muchos mexicanos, gritado por el popularísimo Roger Waters,  en el Zócalo de Ciudad de México la noche que ofreció su último concierto en México.

Cuando tomó posesión Peña Nieto, poquito después Lía Limón, nombrada de derechos humanos de la Segob, prometió buscar a los desaparecidos. Poco tiempo después, Limón fue cesada y pasó a formar parte de los desaparecidos, Bien le va a la señora porque los desaparecidos, si aparecen, aparecen en un cementerio clandestino de los miles de que está sembrada la república, que no exagero es un gran cementerio.

¿Leí por ahí una nota que informaba de la aplicación del artículo 33 al gran cantante de los Pink Floyds, que ciertamente tiene todo el derecho de hablar conde se para, porque es una voz importante, mundial, sin nacionalidad; es como un profeta y el profeta es aquel que habla por el pueblo. Más ahora que se impone la globalización, y el mundo es una aldea.

Y miles gritaron ¡Fuera Peña! Y gritaron porque están decepcionados de aquel chaparrito guapo, bonito, que les generaba la confianza sexenal del “ahora sí”, con éste todo va a cambiar.

Pero México no es Toluca y no es lo mismo ser gobernador estatal que presidente de la república. Y no es lo mismo contar chorizos que miles y miles, billones de pesos. Ven. Videgaray renunció porque nunca debió salir de la tesorería del pueblo. Demostró que de ciencia económica sabe lo que yo de ciencias espaciales, o de si hay agua o no en Marte.

Y el señor presidente, si no sabe, por lo menos alguien le debe de aconsejar que se rodee no de sus amigos – él un día dijo la gran mentira de que no tenía amigos-, sino de genios, puros genios de la política, de la economía, de la cultura, de las relaciones internacionales, de todo… porque va de por medio la salud de los mexicanos, que parece no importarle al señor Peña Nieto.

Y vaya que hay genios en las universidades, pero no, porque para el señor, esto es un gran negocio y punto. Y muchas veces negocio sucio como la Casa Blanca. Y prefiere de rodearse de ignorantes como él porque los genios lo opacarían.

Los mexicanos ya estaban molestos, muy molestos, y los garrafales errores del gobierno de Peña provocaron que la molestia social se convirtiera en rabia.

Los mexicanos, quizá no todos, porque hay mucha ignorancia promovida por las mismas autoridades de “educación pública”, ya no están rabiosos. Están que se los lleva la chingada porque ya no quieren a Peña Nieto. Simplemente no lo quieren. Y no va a renunciar, porque un puesto de “¿elección popular?” no se renuncia. Podría pedir licencia. Pero no lo hará. Él es el dueño de México, de la vida y hacienda de los mexicanos, y si ahora no hace los grandes negocios, cuándo.

Pero por lo menos debería importarle dejar una buena huella de su paso por La Silla. Resolver ipso facto el asunto de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa. Qué le cuesta. Él tiene toda la información que nosotros no tenemos. Nosotros nada más suponemos. Sospechamos. Hay quien asegura que los estudiantes están vivos en alguna mazmorra de las fuerzas de seguridad. No va a perder nada el señor presidente si informa la información verdadera. Y el odio popular sería desmontado.

Pero yo creo que al señor presidente le importa un pito lo que diga el pueblo. El pueblo sólo existe para votar, para comprarle su voto por una sopa maruchan, o una tarjeta de Soriana (Ah, ya relacione la tarjeta de Soriana con lo que dice mi tocayo Paco Rodríguez. Por qué Soriana, ahora que Soriana es dueño de la Comer.) Es tan inculto el pueblo mexicano que tiene el gobierno que se merece y luego se queja.

En fin. En fin, el grito del jefe de Pink Floyd se quedará en los muros de la Catedral, de Palacio Nacional, del Ayuntamiento, de los portales, como el grito de los miles de mexicanos que fueron esa noche del domingo. Sólo es un testimonio. Un desahogo. Porque no hará que el presidente renuncie. ¿Y porque mis paisanos de Xelajú, sin un solo tiro, tumbaron a su presidente y a todo su equipo y los metieron a la cárcel acusados de corruptos? ¿Por qué si son tan ignorantes como nosotros? ¿Será que allá hay güevos?

¡Ah, Los Agachados del maestro Del Río!