¿Feliz cumpleaños Doña Revo?

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ÍNDICE POLÍTICO

Por FRANCISCO RODRÍGUEZ

¡Jijos de la Revolufia! Ya ni la friegan. Primero la “suicidaron” y ahora la relegaron. Fue la Tercera Transformación, de acuerdo con su heredero en turno, y éste la sustituyó por una Cuarta, que vale más y hasta peor de lo mismo.

De nada sirve que este día sea su cumpleaños. Ni que aún haya fiestas rumbosas, desfiles, juegos florales, etc. Habrá cientos, miles de discursos y hasta en el más apartado pueblecillo de la República, el alcaldillo en turno echará su cuarto a espadas para rememorar el aniversario del nacimiento de Doña Revo.

La recordación no es exagerada. porque esta Doña es más conocida y mentada que María Félix y sus fallidas imitadoras. Es por otra parte más popular, pues lo mismo la empleó el más alto funcionario del país para escudar en su nombre todas las decisiones de orden público, que los diputados, que los virreyes estatales, líderes y liderzuelos, los caciques y los caciquillos.

Si desde el punto de vista de su popularidad el homenaje es merecido. ya no es igual si se juzga desde el punto de vista de sus méritos, mismos que es justo que analicemos. pues se trata de un personaje público y por lo tanto sin vida privada, aunque esta verdad a muchos altos funcionarios les incomode.

Hay datos suficientes, más que eso, sobrados, para hacer un esbozo de su biografía. Como cosa única en tratándose de mujeres, sabemos exactamente la edad de Doña Revo: 113 otoños cumple precisamente este día.

Ahora que, si no supiéramos el dato cronológico, bastaría observar sus ansias de discrecionalidad para saber que ya rebasó esa peligrosa edad en que ciertas solteronas se visten de luto y se tocan con velos y mantillas para mendigar afuera de los templos e iglesias.

Y en contraste con el austero ropaje que desde hace ya varios sexenios usa Doña Revo sus usufructuarios la presentaban con una constante, costosa, chocante publicidad.

Hubo un tiempo en el que su figura fue abundante, rechoncha y hasta deforme por los muchos que se parapetaban y hasta se colgaban de ella.

Le sobraban motivos a la pobre Doña para ser una dama histérica. Fue estéril, frustrada, rica y muy gastalona. Durante su larga vida nunca pudo procrear un solo vástago legítimo. De sus numerosos pecadillos no nació un solo hijo capaz de plasmar el ideal que a ella le dio vida en 1910.

Amargada, desconfiada y embustera

Se frustró. Si en sus primeros años la meta ideal y la razón de su existencia le dieron fuerza y empuje para desarrollarse gallarda, combativa. audaz y a ratos heroica, la constante frustración del impulso vital, la volvió escéptica, amargada, desconfiada y embustera como a las solteronas que no desarrollaron o no cumplieron su vocación.

Fue el Sufragio Efectivo la chispa vital. El anhelo que dio vida a la Doña el 20 de noviembre de 1910. La chispa se apagó en su primera, efímera manifestación que había iniciado un incendio de autenticidad, el de Francisco I. Madero, que muy pronto fue apagado. El anhelo persistió, pero nunca llegó a plasmarse en realidad; indefectiblemente fue fallido en todas las ocasiones.

Cada renovado fracaso produjo en cambio la acumulación de enormes riquezas materiales en manos de los que poco a poco pasaron a formar parte del cuerpo de Doña Revo.

Las riquezas trajeron naturalmente las ambiciones desorbitadas, los caprichos absurdos, las deformaciones y las mentiras. La Doña no sólo embarneció sino se puso obesa, fea y con la llegada de los tecnócratas en 1982 recurrió a la falsificación que en ciertas doñas es el maquillaje.

Y así, a los 113 años de edad, celebra su aniversario Doña Revolución: fofa, frustrada, deforme, falsificada con engañadores maquillajes que a nadie engañan; llena, a pesar de su esterilidad, de vástagos ilegítimos ocupados en saciar su inextinguible sed de riquezas y poder.

La farsa, empero, no duró mucho. En el año 2000 sus propios hijos le dieron en toditita la madre al darle paso a un bobalicón que fracasó en todos los terrenos.

Y en el 2006, ya sin fuerzas, le propinaron una sopa de su propio chocolate, pues quien llegó al poder lo hizo –haiga sido como haiga sido– mediante el fraude electoral.

Muchos pensaban que de esa ya no se levantaba. Pero en el 2012 sacó fuerzas a base de publicidad y, con la ayuda de la televisión, intentó regresar por sus fueros.

Vano intento pues quedó en las manos de frívolos y saqueadores que, ahora sí, la dejaron exangüe, incapaz ya de levantar cabeza y, lo peor, ahora en el 2023 aliada a quienes siempre hicieron mofa de ella.

¿Feliz cumpleaños Doña Revo?

Indicios

No todas las renuncias al que alguna vez fuera Revolucionario y hoy ya ni siquiera es Institucional obedecen a la misma causa. Habrá que revisar las diferencias de las dos más recientes. 1) La del alcalde de Cuajimalpa, Adrián Rubalcava, movida por sus intereses más próximos a Morena que a los del PRI, y 2) la de Alejandro Murat, víctima del engaño y de la traición, pues desde el interior del partido tricolor primero se le alentó a que participara en la selección de candidato del FAM a la Presidencia de la República y, luego, lo dejaron prácticamente colgado de la brocha. Y al anunciar la creación de la Alianza Progresista por México dejó claro que “lo que menos necesita México en estos momentos es la política del miedo y del odio como estrategia para ganar una elección… la disyuntiva es elegir entre la política del cinismo y la política de la esperanza”. * * * “Revolución interrumpida”, según el recientemente fallecido Adolfo Gilly. No concretada, de acuerdo con muchos. La revolución que no fue, dicen otros. Pero año con año recordamos aquí a quien fuera primera víctima de “la aplanadora” del partido oficial –entonces el PNR, “abuelo” de lo que hoy queda de aquel PRI– José Vasconcelos, por su aporte al significado de la revolución. Candidato presidencial “derrotado” en 1929, Vasconcelos tuvo orígenes revolucionarios que él mismo trastocó muchos años después. Oaxaqueño de nacimiento, escribió en 1937 que la “revolución es el recurso colectivo de las armas, para derribar operaciones ilegítimas y reconstruir la sociedad sobre las bases de economía sana y moral elevada.” La de 1910 que aún hoy se recuerda como un acontecimiento lejano y ajeno fue un movimiento armado que, se dice, cobró un millón de víctimas que lucharon contra la reelección ad perpetuam de Porfirio Díaz, primero y por tierra, libertad y justicia social, después. “La fundamental justificación de los sacrificios que demanda una revolución, es que ella sea medio para crear un estado social más justo y más libre que el régimen que ha destruido, o se intenta destruir”, escribía Vasconcelos. Y ante ello cabría preguntar si ese millón de muertos, la destrucción de la incipiente infraestructura y el derrumbe de la economía durante casi diez años sirvieron para efectivamente crear un estado social más justo que el establecido por Díaz. La respuesta es no. “En las revoluciones verdaderas, la táctica suele ser extremista, pero el objetivo tiene que ser prudente. De otra manera, el abuso provoca la reacción y empeora, a la larga, las cosas, en vez de corregirlas.” La que en los discursos enarbolaron casi todos los presidentes en funciones durante los 70 años que esa revolución duró en el poder, abusó en todo sentido y claro, provocó alzamientos, movimientos obreros, estudiantiles, de profesionistas y claro, guerrillas. “Por eso, toda revolución que lo es de verdad –escribía Vasconcelos, en su texto ¿Qué es la Revolución?–, combate y destruye; pero sólo mientras está en las barricadas.” La etapa “revolucionaria” combatió a ferrocarrileros, médicos, a los jóvenes en fechas fatídicas como el 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971; a la guerrilla y al narcotráfico –aunque a partir de los delamadridistas, mejor se aliaron al narcopoder–; y los penúltimos dos presidentes priístas, sin éxito, al EZLN. Todos combatieron y destruyeron. “Desde que se constituye en gobierno, una revolución tiene que volverse creadora y serena, constructiva y justa.” ¿Lo fue la etapa revolucionaria del PRI en el poder? No. Definitivamente, no. Y elementos y argumentos sobran para enumerar. La revolución se interrumpió, escribía a principios de 1970 el historiador Gilly, y daba como fecha precisa de la pausa el inicio del gobierno empresarial y corrupto de Miguel Alemán. Otros, desde antes, ya la habían dado por muerta. Y mientras, desde el poder prolongaban la Revolución, la hacían permanente, sin saber que en 1937 Vasconcelos había escrito: “La revolución prolongada deja de ser medida de higiene social, para convertirse en desorganización y en decadencia. La revolución permanente no es otra cosa que la confesión del fracaso de quien no supo usar la fuerza, no acertó a organizarla en programa, de acuerdo con la realidad y las circunstancias.” Revolución fracasada, pues. Nada qué festejar. Mucho qué lamentar. ¿Qué celebramos? ¿Sólo el Buen Fin?

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