Colega periodista, nunca faltes a una cita

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Análisis a Fondo

Ofrece AMLO protección a Mario Aburto

Lomas Taurinas, dolorosa clase de periodismo

Por Francisco Gómez Maza

Nunca faltes a una cita es mi sugerencia para todo periodista-reportero – hombre o mujer- que se inicia en este perro, pero infinitamente satisfactorio oficio de contar al público lo novedoso de la realidad.

Una cita es tan importante como estar, por costumbre, por obligación profesional, en el lugar donde ocurren los hechos que trascienden lo particular y el reportero los convierte en universales.

Recuerdo una anécdota de hace mucho tiempo: Estaba en el Prendes un compañero que aspiraba a ver su nombre en la primera plana del periódico –éste cuando era una muy destacada cooperativa de periodistas-, cuando comenzó a salir humo de una de las ventanas del décimo piso de un edificio.

Nuestro neófito colega bebía café en el restaurante mencionado, cuando vio la humareda. Inmediatamente se levantó, corrió al teléfono de la cajera y llamó a la redacción:

-Compañero. Envíen un reportero porque acá está incendiándose un edificio. Estoy en Avenida Juárez número tanto y tanto. ¡Urge!

-¿Que vaya un reportero? ¿Un reportero? Quéeee. ¿Tú no eres reportero?

El jefe de información estaba tan enojado, que le dijo al ingenuo novel “periodista”, egresado con laudos de la Escuela de Periodismo de la Universidad:  

– ¡Claro que ahora mismo envío a un reportero (enfatizando la palabra reportero)! Y usted pase a la Administración a firmar su renuncia.

No acudir a la cita es muy grave para un reportero.

Esta reflexión la comparto en ocasión de que el presidente ofrece protección al presunto asesino del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio Murrieta, quien habría de suceder al destructor del nacionalismo revolucionario e implantar el neoliberalismo privatizador del Estado, Carlos Salinas de Gortari.

Mario Aburto lleva ya muchos años preso por el asesinato de Colsio Murrieta, en Lomas Taurinas, una barriada paupérrima de la ciudad de Tijuana.

La gira político electoral había sido muy pesada y aburrida. Todo el día recorriendo ciudades del litoral del Océano Pacífico. Una campaña aburrida, sin sabor a pueblo, sin alegría de campaña electoral, si candidato que prendiera una llama de entusiasmo en los reducidos grupos de personas que asistían a los mitines.

Al arribar a Tijuana, provenientes de Sinaloa, si mal no recuerdo, toda la caballería periodística estaba cansada. Nos instalamos en un amplísimo salón de hotel; empezamos muchos a inventar, prácticamente a inventar la nota, porque en todo el recorrido no había habido información digna ni siquiera de interiores, páginas secundarias.

Y la mayoría habíamos decidido no ir ya a Lomas Taurinas. Estábamos muy cansados de un viaje sin sentido, sin ni siquiera declaraciones fuertes. Sin nota, pues. Hubo transporte para ir a cubrir el último acto de campaña de la jornada. Pero algunos reporteros prefirieron cruzar la frontera rumbo a San Diego para traer fayuca.

En esas estábamos todos los reporteros enviados por los periódicos a cubrir la campaña de Colosio, cuando comenzó a escucharse un rumor, rumor que fue creciendo: ¡Baleraron a Colosio en Lomas Taurinas! Ya lo traían en ambulancia a un hospital de Tijuana. Pero quizá uno o dos reporteros solamente estuvieron en el lugar donde el político fue acribillado con un solo balazo en la cabeza que le causó la muerte.

Muy difícil contar una historia de fracaso profesional. La mayoría de los reporteros no fuimos a cubrir el mitin en Lomas Taurinas. Mataron a Colosio. Pero yo, entonces reportero del diario El Financiero, el de los Cárdenas (No el actual, que no tiene mucho que leérsele), como decimos en casa, me sentí chinche, cucaracha aplastada.

Saque usted sus conclusiones.

Con todo mi cansancio por un viaje aburrido, sin notas publicables en primera plana, con un calor intenso, tenía que haber ido a cubrir el mitin de Lomas Taurinas, quizá, el único lugar de la gira en la que hubo entusiasmo de la gente por recibir al candidato.

No fui. Perdí la nota. Han transcurrido 27 años de aquel fracaso profesional. Desde aquel 23 de marzo de 1994. Desde entonces, siempre sugiero: No faltes a ninguna cita. Aunque vaya de por medio tu vida. A Julio Schérer García le atribuyen una declaración: “Voy, aunque sea el diablo quien me cite.”

Y si me citara el diablo, seguro que mi nota sería la principal por lo menos toda la semana.