Ficticio aumento de precios

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Análisis a Fondo

Gini no tiene por qué deshuacalarse

La inflación más baja en medio siglo

Por Francisco Gómez Maza

O son, o se hacen:

Quienes elevan los precios lo que menos hacen es respetar las leyes del mercado. Viven dentro de su loca imaginación, O inventando castillos. O enfrentándose a moros con tranchetes. Luchan por enriquecerse a costa de los pobres y los empobrecidos. Buscan cobrarle a estos el impuesto más caro que existe en el espectro impositivo.

Hay producción y no tienen ninguna razón para encarecer los productos y los servicios.

El índice nacional de precios al consumidor, en diciembre pasado, no rebasó las 56 centésimas de punto porcentual.

En los nueve días que pasaron de este año de 2020, no hubo ninguna razón suficiente para distorsionar la curva de Gini y romper la racha de precios reales. “Aumento de precios: ¿venganza contra AMLO?”.

A los inflacionistas les tiene sin cuidado el bienestar de los consumidores, cuya mayoría no vive en las zonas doradas, privilegiadas por Pluto. Lo que les importa es maximizar sus ganancias a costa de lo que sea. Son como las garrapatas, o los piojos, o cualquier bicho que vive de chuparle la sangre a los humanos.

Lo bueno es que muchos consumidores ya se han dado cuenta de que los recientes incrementos de precios son ficticios; que no responden a las leyes del mercado. Por lo demás, por los informes de quienes se dedican a darle acompañamiento a la marcha de la economía, como el INEGI, la inflación está bajo control, a pesar de que no les guste nada a los avaros, grandes conglomerados empresariales que no pagaban sus impuestos en aquellos tiempos del capitalismo salvaje.

El Índice Nacional de Precios al Consumidor, uno de los instrumentos más usados para medir el comportamiento de la inflación en una economía, registró en diciembre pasado un alza mensual de 0.56%, respecto al mes inmediato anterior.

Y así, la inflación creció 2.83 por ciento en todo 2019. Hay pues un colchón para soportar los latrocinios de los depredadores de la economía. De acuerdo con los archivos, ese 2.83% es la tasa más baja desde 1969, cuando inició su registro

Desde ahora habrá que cuidar ciertos precios de productos de primerísima necesidad porque son los que más incidieron en la inflación durante el último mes del año pasado: jitomate, cebolla, transporte aéreo, servicios turísticos en paquete, gas doméstico LP, loncherías, fondas, torterías y taquerías, vivienda propia, nopales, carne de cerdo, y gasolina de bajo octanaje.

Dan confianza los genéricos, cuyos precios a la baja contribuyeron más a contener la inflación como: aguacate, naranja, limón, chile serrano, computadoras, pollo, televisores, papaya, zanahoria y paquetes de internet, telefonía y televisión de paga.

El índice de precios subyacente, que no incluye los bienes y servicios cuyos precios son más volátiles, aumentó 0.41% mensual y 3.59% a tasa anual; por su parte, el índice de precios no subyacente subió 1.00% mensual y 0.59% anual.

La inflación subyacente (en inglés, core inflation) es un indicador que muestra la variabilidad de los precios de consumo, a corto plazo, más precisa que la inflación general o convencional.

Este indicador de inflación nace tras la crisis energética de la década de 1970, dada la volatilidad de los precios se veía necesario identificar las variaciones de los precios excluyendo del índice de precios al consumo (IPC) los componentes más volátiles, o sean: El índice energético (gasolina, electricidad, gas…), y el índice alimentos no elaborados (frutas, verduras…).

La subyacente se ha convertido en un indicador indispensable para el estudio del comportamiento de los precios y toma de decisiones entre los bancos centrales, entre los analistas y, en general, por todo el mundo económico. Tiene una capacidad real de reflejar los cambios en los precios de una forma menos errática, que mediante la medición de esos cambios por parte del índice de precios al consumo (IPC).

En fin. Por el momento no hay indicios científicos para esperar un aumento desproporcionado de los precios. No hay condiciones razonables para que los agentes económicos aumenten sus precios, salvo el ardor de la derrota…