Nadie garantiza nada

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Análisis a Fondo

Elecciones “democráticas”, el 1 de julio, para seguir sojuzgando al pueblo

Ni AMLO y menos Anaya o Meade, el Bronco o Margarita son alternativas

Por Francisco Gómez Maza

Aseguran los teólogos que lo único absoluto es El Absoluto. El resto, fuera, es lo relativo, lo que puede ser de determinada forma, o no ser (por ello los seres vivos nacen, crecen y mueren). Los científicos, a partir de Albert Einstein, defienden la teoría de la relatividad. Nada es absoluto. Todo se mueve, todo cambia de estado o de sitio, los seres vivos nacen, crecen, se reproducen, mueren. Y nada se crea. Todo se reproduce infinitamente.

Pero como en este espacio no hablamos de teología ni de ciencia, sino de politiquería (podríamos, ciertamente, hablar de ciencia política, pero no estoy seguro que los miembros de la llamada clase política sepan de ciencia política, nos quedaremos con la realidad de la relatividad de los principios y doctrinas seudo políticas, como las que se construyen en torno a las formas de gobierno que las clases dominantes imponen a los pueblos.

La que atañe a los mexicanos es la llamada democracia, que no es lo que significa en griego, que no es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, sino la imposición de las oligarquías a través de testaferros llamados gobiernos, gobiernos “elegidos” por elecciones llamadas elecciones democráticas, de entre candidatos presentados por grupos de interés principalmente monetario, que no son ni de izquierda, ni de centro, ni de derecha, sino verdaderos negociantes del negocio fácil y del dinero mal habido, lavadores de divisas y ladrones del Erario. Sus defensores son los llamados partidos políticos y los simpatizantes ciudadanos de estos.

Y es de esa realidad de donde vemos, en este periodo electoral, proceso electoral, que culminará, si no hay inconformidades legales, el domingo primero de julio venidero con la jornada electoral, para lo cual los llamados candidatos exponen sus ideas, su ideología, la venden al mejor postor para captar votos a su favor y, si su ideología o principios no les alcanzan para convencer a los ciudadanos, utilizan otros medios de pago (o de compra de conciencias y dignidades), dinero en efectivo, o tarjetas de debido, o monederos electrónicos, o promesas que nunca llegan a cumplirse, para ganar adeptos. Incluso usan premios tan absurdos como una sopa Maruchan para ganar el voto de un hambriento.

Los ciudadanos adultos van a las urnas a elegir a un presidente de la república, a los diputados, a los senadores, a gobernadores, a diputados estatales, a presidentes municipales, pero la verdad es que elegirán a quien los va a sojuzgar durante otro periodo constitucional. Elegirán a quien les aumentará los precios de los bienes y servicios, a quien les incrementará los impuestos fiscales, los precios de los servicios públicos, los precios de los energéticos y sin tener que rendirle cuentas a nadie. Quien o quienes sean los elegidos, una vez elegidos no tendrán ninguna obligación legal de informar a los votantes de las razones de sus actos públicos. Son los intocables de los que hablaba el colega José Luis Mejías en su columna del mismo nombre de los años 80.

Así que no se engañe, amigo lector. Ni Andrés Manuel López Obrador, de Morena, ni Ricardo Anaya Cortés, del PAN, y menos José Antonio Meade, del PRI; Margarita Calderón y  Jaime Rodríguez Calderón, independientes ambos, son garantía de cambio radical ni respuesta al gran enojo de las mayorías por el desempeño injusto de las clases políticas del PAN y del PRI, que hay privilegiado el crecimiento exponencial de infortunios como la corrupción bárbara, desalmada, salvaje; la impunidad de los políticos corruptos, la delincuencia organizada de la cual muchos políticos son cómplices o forman parte de sus filas y otras monerías diabólicas, que ya les resultan insoportables a los mexicanos,

Ayer domingo, ya no me tocó porque este texto lo redacté por la mañana, se efectuó el primer remedo de “debate” e imagino que el diablo de la feria fue López Obrador, a quien acusan de populista al estilo Luis Echeverría Álvarez, o el comandante de la revolución bolivariana, el desaparecido coronel Hugo Chávez. Tan debate, estoy imaginando, sólo fue un pongan al diablo en su lugar a ver quién le rompe la jeta más veces. Felices han de haber estado el Bronco, la señora Calderón, el panista candidato del PRI, José Antonio Meade, y el satanizado por sus propios compañeros, el del PAN, Ricardo Anaya. Lo agarraron por el asunto del Aeropuerto Internacional, el nuevo, el de Carlos Slim Helú y sus compinches, entre ellos Enrique Peña. Y cosas por el estilo, como los trasnochados precios de garantía, como el control de precios y el control de cambios, entre otras aberraciones del viejo priismo desarrollista.

No tengo ni idea si sus enemigos lograron defenestrar a López Obrador, Pero eso no tiene la menor importancia. Lo verdaderamente importante es que los ciudadanos ya no son tan fácilmente engañados por los políticos; ya no son tan fácilmente sobornados, ni por ideas ni por dinero. Enrique Peña Nieto logró lo que no había logrado ningún otro tlatoani: encabronar a las mayorías de los mexicanos. Ahí se las dejo. Piensen ustedes. Reflexionen.