El error garrafal de EPN

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Los políticos mexicanos, por estar pensando primordialmente en sus propios intereses, en los negocios que pueden concretar con los grandes proveedores, con los constructores principalmente, se olvidan de la congruencia, que deben mantener para que trasciendan como buenos gobernantes, simpáticos al pueblo. Pero no les importa dejar buenas huellas. Sobre todo en estos tiempos en que el cinismo y la simulación son la práxis política de quienes se agandallan el poder a través de la compra de votos.

A propósito, si la democracia existiera, si no fuera un mito genial, de aquellos mitos geniales de Pedro Aspe Armella, el mundo mexicano sería al revés. El PRI, el PAN, el PRD y toda la chiquillada estarían en la oposición y el ganón sería el tabasqueño al que le dicen Peje. Y la verdad no se si nos iría mejor que con Peña Nieto y digo esto porque, en primer lugar es una fantasía que, aunque ganara la mayoría, los gringos dejaran que López Obrador tomara posesión de la presidencia.

Pero el error garrafal de  haber invitado a Donald Trump, el payaso de la tragedia, y haberle dado tratamiento de jefe de Estado lo va a pagar muy caro el gobierno mexicano, o ya lo está pagando. Todavía no son las elecciones, pero todo hace suponer, salvo que el electorado fascista de los Estados Unidos se imponga, que Trump va a quedar fuera del juego porque no tiene madera para conducir los destinos de la nación más poderosa del planeta.  Y probablemente se están preparando los historiadores para registrar a la primera mujer presidente de los Estados Unidos en la historia del hemisferio occidental.

Peña Nieto ha quedado en el olvido de la historia. Sólo lo recordarán los mexicanos por los errores que ha cometido, graves errores, como las investigaciones de las grandes tragedias y maldades como la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa por poner sólo un caso, que hay muchos. El más reciente es el vergonzoso Culiacanazo que, fácilmente, sin investigación alguna lo atribuye el general comandante a la gente de El Chapo Guzmán, especialmente a sus hijos, como si estos fueran expertos en grandes operaciones bélicas o terroristas. A mí me huele más a una acción guerrillera de profundo contenido político.

No se cómo se le ocurre tomar decisiones imprecisas, desafortunadas, insanas, hasta de corte corrupto (verbi gratia La Casa Blanca) al presidente de la república. No mide las consecuencias de sus actos. Es más pareciera que no le importara más que sus propios intereses. Otro ejemplo es el gasto suntuario que la presidencia de la república hace en promoción de la imagen de la señora de la casa, la Gaviota y los de la  revista Hola felices porque se están enriqueciendo gracias al dinero que les mete México para promover el boato, la lujuria, en la que vive la familia presidencial de un país sumamente jodido como México. Me recuerda mucho la época de Tacho Somoza que le importaba un bledo que los nicaragüenses murieran de hambre y el y su familia se dedicaban a gastarse a millonadas en presupuesto de la nación, que era pagado por los contribuyentes.

Pues Donald Trump ya es un hándicap muy en contra de la fama pública de Peña Nieto. Y la va a pagar muy caro. Resulta una costumbre que a los gobiernos mexicanos, porque se arrastran, les va  mejor con los republicanos que con los demócratas. Pues ahora les va a ir peor con las huestes de Clinton, quien no está nada contenta de que Peña Nieto haya metido las manos al fuego por Trump.