4T: “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!”

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ÍNDICE POLÍTICO

Por FRANCISCO RODRÍGUEZ

En sólo ocho días el regimencito de la 4T agregó tres medallitas a su rosario de estulticias: el premio de mayor letalidad de las Fuerzas Armadas por el exterminio de ciudadanos pacíficos en su famosa guerra contra el narco… el de mayor mortalidad latinoamericana por defunciones del Covid 19… y el de huida de capitales nacionales del país.

Todo, como decían los juristas latinos en la antigüedad, por ser la causa de lo causado. En el primero de los casos, por la mortandad heredada desde el calderonato consistente en aniquilar a los indefensos para cubrir la cuota impuesta desde el gabacho para presumir su asignación en la alocada guerra contra la delincuencia organizada.

En el segundo de los casos, por la impericia e improvisación para abordar los casos de contagios – defunciones, llegando como siempre tarde a las medidas tomadas en otras latitudes, sin equipo profesional y técnico para atacar la pandemia. Como perros de rancho en el combate al flagelo, sólo para imitar, sin norte ni brújula, en manos de chicos de pasarela.

En el tercero, por causar, gracias a las políticas económicas equivocadas, que los activos monetarios de las empresas busquen un mayor resguardo frente a la incertidumbre y las amenazas del gobiernito, donde la estrategia para disminuir la desigualdad es pensar que se logra haciendo más pobres a los pobres y a los pudientes.

Hacer más desiguales a todos, consigna de la Cuarta Decepción

Cinco mil cincuenta millones de dólares, una cifra equiparable a la que se necesita para que no naufrague en la miseria una cantidad de más de doce millones de mexicanos en la pobreza, es lo que alcanzó a fugarse durante el primer trimestre del año actual.

Tal es la nueva fórmula de la felicidad de Tepetitán‎: la que han utilizado desde tiempos inmemoriales los regímenes despóticos para no sólo hacer a unos más iguales que otros, como sucedía en la Rebelión en la granja, de Orwell, sino para hacer más desiguales a todos, como sucede en la Cuarta Decepción.

Desaparecer todos los indicadores para evadir su ignorancia

Ningún país del mundo ha despegado de la miseria y mantenido el vuelo de autonomía, soberanía e independencia en base a la interpretación a rajatabla del socialismo marxista y del comunismo científico. Pero como México no hay dos, aquí todavía lo intentan. Ya forman, con Venezuela, la dupla macabra de los exterminadores de pueblos.

Los países que no han sumado en sus empeños a los empleadores a las causas nacionales y a las alianzas productivas han tronado muy rápido y muy escandalosamente. Aquí se aplica a pie juntillas la peor recomendación para desechar la pobreza y la marginación, hasta que alguien los pare.

El temor a reconocer la ignorancia propia, parece que es el nuevo grito de Millán-Astray, el franquista de la guerra civil española: “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!”. La mejor forma de evadir su ignorancia es borrando todos los indicadores que ayuden a olvidar el desastre en el que nos encontramos.

Desoyendo el consejo secular de que no hay otra productividad que la capacidad de la sociedad para utilizar en forma racional y óptima los recursos naturales, humanos, científicos y técnicos de los que se dispone, buscando siempre reciban una participación equitativa los factores que intervengan en la producción. Pero primero hay que aplicar la ley en las costillas de los rateros, si no, no funciona.

Vigentes hoy las letanías de los izquierdistas fósiles de los 70’s

Que los pobres sean más pobres y controlados para la manipulación, y que los ricos sean menos ricos, para que no inviertan y entre el Estado a hacerse cargo de las empresas, configurando un círculo cuadrado de ineficiencia y pillaje, como siempre ha sucedido en los regímenes populistas y demagógicos de derecha.

Es la vieja letanía del izquierdismo infantil. La que aprendieron en la UNAM nuestros izquierdistas fósiles, esquiroles y reventadores de los años 70. Los libelos, como los de Marta Harnecker, fáciles de inocular, que jamás incluyeron al capital como protagonista de los elementos fundamentales del materialismo histórico.

Sin saber que El Capital fue escrito por Karl Marx en Londres, bajo los auspicios de la casa mayor de Nathan Mayer Rothschild, el jefe de la actual familia dueña de instituciones financieras como Deutsche Bank, HSBC, Scotia-Mocatta y Société Générale, entre otras. Se le pidió a Marx que elaborara la explicación para globalizar el gobierno del mundo en un puño, con autoridades a modo, designadas por el mecenas.

Nadie puede gobernar con frivolidad e ignorancia. Hay un guion

Casi al mismo tiempo, se le pidió a Lionel Walter Rothschild, el hermano menor, que hiciera el aggiornamento de lo que después se conocería como Los protocolos de los sabios de Sion, la biblia del semitismo militante. Fue también el jefe en la sombra del Partido Comunista, y organizador de la Primera Internacional, de la mano de Rosa Luxemburgo.

El poder efectivo, desde entonces, giró en función de tres apellidos: Rothschild, Rockefeller y Bilderberg. Durante dos siglos, su influencia se ha ejercido sobre las más prestigiadas agencias de noticias del mundo: la desaparecida UPI, AP, Reuters, France Press, han estado siempre en la agenda de sus menús políticos.

Por lo cual nadie está a salvo, ni puede gobernar con la displicencia que caracteriza a los frívolos o ignorantes. Todos deben sujetarse a un guion, delineado por los límites de lo que se puede y de lo que se debe hacer. Con obstinación, pero sin astucias suicidas.

El manipulador que mueve los hilos resulta un simple manipulado

A cada paso, debe estar antes la ley. A cada decisión, debe estar siempre la disposición de continuar y jalar siempre juntos. Ningún país está tan lejos del mundanal ruido. Ningún gobernante se manda solo. El loco que así lo crea, puede despertarse un día con la sorpresa de su vida. Por eso, para estar ahí y dar la pelea, no se puede confiar tanto en la mano alzada para tomar decisiones cruciales. Eso es ignorancia vil.

El manipulador que mueve los hilos tras bastidores resulta siempre un simple manipulado. ¿Quién puede combatir la miseria con austeridad? ¿Quién puede obligar a su pueblo a resignarse franciscanamente a vivir en la mediocridad y en la miseria?

Falta humildad para cancelar obras innecesarias como Dos Bocas

Ante la tragedia actual, provocada por la Cuarta Decepción, el gobiernito debe de recular. Volver a la sensatez y olvidar los sueños caribeños de eliminar las desigualdades a base de marielazos y machetazos sin sentido ni objetivo popular.

Si no hay recaudación, no hay presupuesto, y sin este no hay programas, ni estructura de gobierno. Falta humildad para cancelar obras innecesarias y dedicar los pocos ahorros a la mitigación del hambre, vía presupuesto para el campo productivo y la ayuda a las franjas vulnerables.

Sólo son, hasta ahora, menos de 200 mil millones de pesos los que se requieren para evitar la caída al abismo insondable. La cifra es una carcajada de gato frente a la descomunal inversión que se pretende en la Refinería de Dos Bocas.

Rinden culto al proletariado sin cabeza. Cenizas, la lucha popular

Pero para los rabanitos del sistema, sigue siendo prioritario convertir al INEGI en la policía política del régimen, un grupo de sabuesos que apoye las insensateces de la dictadura, en lugar de un centro de estudios que mida los grados de pobreza adónde nos han llevado.

Lo único que logran es rendirle culto al proletariado sin cabeza, ese que tanto lamentó José Revueltas, sepultando al nacionalismo, reduciendo la lucha popular a las cenizas.

Pero les falta lo que al carrizo: alma. No hay preparación ni valentía para aceptar que han fracasado en todas las líneas. Ya basta. Hasta aquí llegamos. No hay más allá.

¿No cree usted?

Índice Flamígero: El 1 de abril de 2019 el Nobel Paul Krugman, escribió en The New York Times: “muchos han descrito al gobierno de Trump como una kakistocracia —el gobierno de los peores—, y no hay duda de que lo sea. Pero también podría decirse que es una ineptocracia —el gobierno de los ignorantes e incompetentes—”. Se refería a Donald Trump, pero aquí aplica.

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