Libertad y libertinaje

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Análisis a Fondo

Publicar, con verdades, lo que no complace a las clases dominantes

En México gozamos de la libertad, pero si cruzamos la raya nos matan

Por Francisco Gómez Maza

Lo mejor de todo es que los mexicanos gozamos, a medias, por supuesto, esté quien esté en el poder gubernamental, de libertad de expresión y libertad de prensa, si no tocamos turbios intereses políticos y económicos. Y gozamos hasta el libertinaje si defendemos intereses de las clases dominantes. Somos casi impunes. Aunque si cruzamos la raya, nos matan

Lo lamentable de los mexicanos, no sólo de periodistas (claro, actualmente, la mayoría de quienes usan las llamadas redes sociales están seguros de ser periodistas con la tesis del copy & page,) es que siempre abusamos de esas libertades hasta el libertinaje. Creemos que la libertad nos da derecho a denostar, a levantar falsos, a ofender al adversario, a burlarnos de él. Inclusive a inventar noticias que no son reales. Esas que llaman los gringos fake news, o falsedades,

Pero es mejor delinquir por excesos que ser virtuosos por defectos. Y lo digo porque en 54 años de ejercicio del periodismo jamás he sido acallado, reprimido, obligado a no publicar un texto incómodo para las clases dominantes.

Es indudable, sin embargo, que poderes fácticos, inclusive en los gobiernos, intentan hasta con el secuestro y el asesinato, acallar a periodistas. Muchos han sido acallados con balas. Pocos asesinos materiales e intelectuales han sido castigados por la justicia. Los asesinatos han obligado a concluir que en México es muy peligroso ser periodista dedicado a escribir lo que disgusta y enerva a sectores de las clases dominantes.

Aclaro que debo de hacer la diferencia entre periodistas y empresas periodísticas. Para usar sus habilidades para manejar la información, conseguirla, investigarla, los periodistas tienen que vivir al día (si no son vendedores de silencio, que hay muchos aliados de los medios y de los gobiernos en turno). Mal pagados y muchas veces en el límite de la subsistencia (ésta si puede calificarse de pobreza franciscana y no la del gobierno de López Obrador) los periodistas son pararayos de lo que llaman prensa vendida, conformada por empresarios dedicados a hacer fortuna con la información. Ejemplos hay muchos. Me pedirán nombres. Para qué los doy. Todo el mundo los conoce.

Pero bueno, la libertad de expresión se goza de mil formas. Hasta regando granjas de robots o bots, como les llaman en ese lenguaje imbécil de las redes sociales. Yo digo que algunos periodistas y muchos “periodistas” de coy &page no podemos quejarnos. Y hasta tenemos la libertad de mentarle la madre al presidente.

Por ejemplo. No acababa de aterrizar el avión de la Fuerza Aérea con el presidente Evo Morales, cuando ya jueces estaban condenando al gobierno mexicano por haberle dado asilo al boliviano, condenando al indio aimara y tachándolo de dictador, cuando en aquel país los indios lo añoran más ahora que tomó el poder la extrema derecha biblista y destruyó todo signo de liberación de los oprimidos. A estos indios apestosos que se los lleve la chingada.

Todo en nombre de la libertad de expresión, consagrada en la constitución política de los Estados Unidos Mexicanos. Pero prefiero esa libertad y hasta ese libertinaje. Que digan o escriban lo que quieran que al fin se impondrá la verdad. “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”, axioma atribuido al francés Voltaire, pero que en realidad es de su biógrafa británica Evelyn Beatrice Hall, según dicen las malas lenguas que la mía no es tan buena.

Me quedo con mi libertad. No caigo en el libertinaje. Me avergonzaría de mí mismo. Y siempre estaré, como lo he estado en los últimos 54 años de reporteo, a darle voz a los indios de mi terruño, a los pobres de mis barriadas citadinas; a escribir y publicar lo que no es gusta a las clases dominantes y a los poderes fácticos. Pero cuestionar con el hígado, con la bilis, nunca. Siempre trato de dar un paso al lado cuando alguien utiliza “la libertad” para humillar, aplastar, hacer pedazos. No se vale.