Los beneficiados de la confrontación

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Análisis a Fondo

Los desplazados del poder, genios de la sinrazón

La inexperiencia de los nuevos gobernantes

Por Francisco Gómez Maza

Mucho antes de las elecciones del primero de julio de 2018, en este espacio afirmamos que a López Obrador no lo iban a dejar llegar a la presidencia en caso de que ganara. Nos equivocamos. Los tradicionales manipuladores de los procesos electorales y de las elecciones no pudieron con la avalancha de votantes en favor del tabasqueño. Pero obviamente no están de acuerdo con las políticas públicas del tabasqueño, que cortaron de tajo con el neoliberalismo de los genios de la economía librecambista, fondomonetarista, manchesteriana, dictada por los ideólogos de Bretton Woods, los organismos financieros internacionales controlados por Estados Unidos.

Quienes gobernaron este país bajo los colores del PRI y del PAN tenían, y tienen, planes económicos fundados en la entrega del aparato productivo, principalmente los recursos del subsuelo, el petróleo, el gas, la minería, a los grandes capitales, tanto locales como del exterior y especialmente de Estados Unidos. Y entre sus planes estaba y está participar en la repartición del pastel de la economía, como de hecho ocurrió durante los años de lo que Moisés Edwin llama la pridictadura. No están nada contentos, entonces, con los planes y programas que planea concretar el tabasqueño.

No les gusta haber quedado al margen de la mesa del opíparo banquete sexenal que pretendían que fuera eterno. Millones de personas, de ciudadanos, se enojaron con esa política casi fascista de entregar los recursos de la nación a los grandes capitalistas. Poco más de 30 millones, la inmensa mayoría, votó por un cambio de rumbo, pero al exclusivo club de Atlacomulco, totalmente marginado del poder político, que no del económico no desistió ni desistirá de imponer sus vetustas reglas en las relaciones de producción.

Y para ello, una de sus estrategias es azuzar a un sector de la ciudadanía para desestabilizar la vida política, alimentando el fuego de la polarización de la ciudadanía. Un enfrentamiento, que puede llegar a ser muy peligroso, entre quienes lo tienen todo, o creen que lo tienen todo (una casa y un auto que deben a los bancos) y quienes no tienen más que su fuerza de trabajo injustamente retribuida por los empleadores.

Muy peligroso confrontar a la población, pero a los miembros del grupo desplazado del poder no le importa la polarización. Entre mayor sea la confrontación ellos creen que ganan. Se trata de desestabilizar al gobierno de López Obrador a como dé lugar. Alguien prometió que no permitirían que llegara al año y medio de gobierno, e inclusive hay quienes creen que pueden provocar un magnicidio, lo que sería algo terrible, dramático, mortal para los mexicanos.

Sin embargo, quienes perdieron el poder, perdieron también lo que les quedaba de cordura. El poder marea, el poder enloquece a quienes no tienen más que conciencia de sí mismos y de su grupo de interés. Ellos no piensan en la mayoría. Les tiene sin cuidado que los trabajadores vivan con las mayores carencias del mundo. Se sienten los dueños del país, de sus recursos, y se dedican a manipular a los grupos que los envidian, que quisieran ser como ellos, y que le tienen pánico a los conceptos que construyen nación.

Pero del otro lado hay también distorsiones de política, decisiones equivocadas que también atizan la polarización social. Tendrá que haber un gran equilibrio. Una gran visión de nación. Y no alimentar la confrontación. Dejar la propaganda y centrarse en lo real. Tienen que limar sus relaciones, sobre todo con las organizaciones representativas de los pueblos originarios, que nacieron muertas el primero de diciembre pasado.

La verdad es que a este escribidor no le preocupa la gritería tanto de los grupúsculos de derecha como de los que se autocalifican de izquierda. Lo importante es encontrar el equilibrio en un programa de gobierno que equilibre a los factores de la producción, tanto al capital como al trabajo.

Hay ahora un desequilibrio fenomenal que privilegia al capital y proletariza a los trabajadores, inclusive a esos trabajadores de una clase media que se siente parte de la clase dominante, sólo porque tiene un auto, que está pagando a plazos, o una residencia hipotecada.