De la misma manera que hoy una gran mayoría de países han bajado el ‘switch’ de sus señales de televisión analógica, esta semana fue anunciado que uno de los países nórdicos, en este caso Noruega, será el primer país del mundo en el que cesarán las transmisiones de radio por FM. Iniciando así un proceso de apagón de esta señal analógica que habrá de concluir a más tardar en enero de 2017.
Ello en razón de identificar que el costo de la transmisión de radio a través de FM es actualmente ocho veces mayor que en redes digitales, a la vez de considerar que por medio de estas últimas se favorece la pluralidad, diversidad y calidad en los contenidos transmitidos.
Lo anterior se constituye como una nueva lección sobre la eficiencia tecnológica y económica alcanzada a través de medios y plataformas digitales en la transmisión de comunicaciones y contenidos.
El contexto de adopción tecnológica bajo el cual se dio inicio a este proceso de transición a las señales digitales consiste en que en términos de accesos por cada 100 habitantes, tanto a los servicios de internet de banda ancha (fija y móvil) como a dispositivos de conectividad (computadoras y smartphones), este país se ubica entre los primeros lugares del mundo, en razón del elevado nivel de cobertura, acceso y poder adquisitivo que permea entre la población.
Al mismo tiempo que este suceso toma lugar en el entorno internacional, en nuestro país el órgano regulador pretende licitar durante este año 191 frecuencias para uso comercial, 14 frecuencias para uso público y 97 de uso social para la provisión de radio en FM en diversas regiones del país.
Lo anterior no deja de ser indicativo del camino pendiente por recorrer en cerrar la brecha tecnológica en nuestro país, en el que incluso se considera conveniente el envío de mensajes telegráficos en algunas circunstancias y regiones, y en el que está próxima una licitación de frecuencias de radio para frecuencias también en AM.
Deben reconocerse las manifiestas diferencias geográficas, demográficas y socioeconómicas de México, entre varias más, con respecto a aquel país nórdico. Sin embargo, la puesta en marcha de este segundo apagón analógico, tras concretar la transición a la televisión digital terrestre, abstrae aún más a nuestro país de la tendencia y estándares tecnológicos que predominan en el mundo.
Puesto que la realidad es que parece improbable que a finales de este año podamos siquiera alcanzar el cese de la señal analógica de televisión en nuestro país y ni qué decir del estándar tecnológico de 2.5G en el que permanece la mayoría de los usuarios en el mercado de telecomunicaciones móviles.
Algunos de los elementos aquí expuestos son indicativos de la necesidad de que las decisiones de industria, de política pública y de conectividad se dirijan a aproximar a nuestro país a estándares, capacidades, plataformas y tecnologías más eficientes en la transmisión de contenidos y de nuestras comunicaciones.
Con todo, debemos dejar atrás decisiones y políticas digitales que por su grado de rezago tecnológico parecen decimonónicas, y que no sólo se cumplan con los mandatos constitucionales de reducción de la brecha digital y la transición a la televisión digital terrestre, sino que se constituya una verdadera estrategia digital de mediano y largo plazo que nos coloque al nivel tecnológico internacional.
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